Que traducido resulta que comemos para ocultar ciertas emociones que no nos gustan o que no queremos reconocer o solucionar.

O simplemente no estamos preparados para ello o no sabemos cómo afrontarla. Y no pasa nada, es legítimo.

Pero claro, al final quien acaba pagando el plato es nuestro cuerpo, nuestra salud y como consecuencia directa nuestra autoestima. Porque nos sentimos personas feas, indeseables, vacías. Por eso a la mayoría de las personas no les sirve hacer una dieta. Porque el problema no está en la comida sino en aquello que queremos tapar mientras comemos chocolate mirando Netflix.

Quizás detrás de esa ansiedad por comer un par de donuts está la muerte de un ser querido que no hemos superado. O también un estrés brutal porque no llegas a final de mes y estás agotada de luchar. O también en muchos casos es enfado con uno mismo por la vida que llevas y que no sabes parar.

Y podría seguir porque la lista de causas que generan esa ansiedad por la comida es lamentablemente interminable.

Y… te voy a decir algo. Mientras no encares de frente tus problemas, mientras no los resuelvas, el hambre descontrolado y la ansiedad seguirán llamando a tu puerta. Y no habrá dieta que te ayude. Aunque quizás no estás aún en este punto. Y lo entiendo.

Es duro afrontar tus heridas emocionales y mirarte al espejo sin volver la mirada. Pero más dura es la culpa que cargamos a nuestras espaldas después de un atracón de chocolate.

Así que si quieres cambiar a una vida más saludable, mejorar tu autoestima, perder peso y sentirte bien contigo misma puedo ayudarte.